The Adversiter Chronicle

jueves, 11 de septiembre de 2014

"Días de vinilo y cassetes", suplemento musical cutre


Con la colaboración de El Bis en exclusiva para The Adversiter Chronicle

AQUELLAS CASSETES DE CHISTES

Hoy voy a tratar de un fenómeno que duró más de una década y murió con la desaparición de las cintas de cassete y la llegada de la era digital a la música y sobre todo a los reproductores: aquellas cassetes de chistes que eran compañía inevitable en viajes en el coche.
Visto ahora lo cierto es que resulta más lejano de lo que el tiempo marca pero hubo un
ídem en que con la llegada de la libertad tras la dictadura en España, floreció una industria paralela que tenía sus canales de distribución en los expositores de gasolineras y establecimientos hosteleros. La publicidad se propagaba de boca a boca siendo los descansos para el bocadillo en las fábricas, el cafelito de los funcionarios y sencillamente alternar, donde siempre había alguien que contaba los chistes e impulsivamente el hipotálamo mandaba la orden de tratar de encontrar la cassete para compartirla con su entorno.

Hubo varios tipos siendo los dos más destacables las cintas con contenidos eróticos donde se narraban historias de sexo sazonadas de humor de chascarrillo y palabrotas, siendo obligatorio citar un título será difícil que algún lector no derrame una lagrimita de nostalgia y si es perteneciente a la era digital no se quede con la boca abierta si cito un clásico: Violeta La Burra.
Estas cintas iban a rebufo de la ola del destape y escuchadas objetivamente eran una especie de relato radiofónico que atrapaban la atención del oyente pero sirvieron para que una parte de la ciudadanía descubriera el sexo más allá de lo que marcaban los cánones. Lo que sí es digno de estudio psico-antropológico es porqué se escuchaban una y otra vez aunque te supieras de memoria el relato, tal vez porque como ocurría con las de chistes el atrapar un nuevo oyente era tan adictivo como compartir ahora pijadas en las redes sociales...
Y estaban las cintas de chistes narrados por humoristas más o menos populares gracias a la televisión y sobre todo un programa: 1, 2, 3, responda otra vez. Si las cintas eróticas tenían cierto halo de clandestinidad al escucharlas en el radio casete del coche sin la presencia de tímpanos infantiles o menores de edad, adquirir estas cintas de chistes era celebrado en toda la familia y en viajes largos lograron calmar a más de un berreante chiquillo agobiado tras cuatro horas de viaje en el asiento de atrás y faltando otras cinco para llegar al destino.
Lo cierto es que esta industria menor dentro de la industria discográfica dio vidilla y
movió dinero permitiendo a algunos grupos y cantantes alcanzar notoriedad y abrirles las puertas de la industria teniendo que citar inevitablemente a Camela, pero permitían a la vez adquirir canciones de las primeras etapas de cantantes ya consagrados como Victor Manuel, que solían terminar en pleitos y acuerdos a la chita callando entre propietarios de derechos de autor. Pero también fueron muchos los que siendo populares en una determinada zona geográfica podían dar a conocerse grabando en estas cassetes siendo el boca a boca un arma eficaz para su publicidad como ya dije más arriba.

El botón de muestra que traigo es un ejemplo de lo dicho anteriormente: 1981 tras el fallido golpe de estado, un protagonista nada conocido pero sí popular y una carátula de cassete que inducía subliminalmente a su compra...

Pero ese mundo terminó con la llegada del disco compacto y la progresiva transición a reproductores digitales dejando obsoletos los reproductores de cassetes y por supuesto que dejó de ser rentable, pero no puedo evitar terminar con una característica notable: pese a que había aparatos de doble pletina que te permitían grabar de una cassete a otra, no solía el público conformarse con la copia casera y se adquiría el original, tal vez porque eran cintas de corta duración, tal vez porque eran asequibles al bolsillo o puede que tal vez por el placer de comprar...
 


The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV

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