Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor: Khassan Baiev con Ruth y Nicholas Daniloff
Editorial: Entre Libros
Traducción: Alberto Jiménez Rioja y Nuria Jiménez Rioja
Edición: Mayo 2005
Viajamos a uno de esos conflictos olvidados por diversos
motivos pero podría resumirse parafraseando un dicho en que
Chechenia queda demasiado lejos de Alá y demasiado cerca de Rusia,
porque la propuesta que traigo es el testimonio de un checheno, de un
médico y de un creyente que ahora se denomina
por la OTAN y los
otros como moderado, pero aunque las noticias las colapsan los
refugiados sirios que anhelan entrar en Europa, el patio trasero de
Rusia también vive desde los 90´s una tragedia humanitaria de la
que nadie se acuerda en el mundo feliz del consumismo y donde
instantáneamente relacionamos checheno con fundamentalismo
terrorista islámico...
¿Otra victoria propagandística del neo imperialismo
ruso de Putin y sus formas y maneras de la extinta URSS?Khassan Baiev nació en 1963 en un suburbio de Grozny. Para desarrollar su cuerpo de frágil constitución, se impone una dura disciplina en las artes marciales: judo, taekwondo y sambo. Unos años más tarde es uno de los mejores atletas de su país. Las competiciones le permiten viajar por varias ciudades de Rusia y de Siberia. Estudió medicina en Krasnoïark. Sus dotes de deportista le abrieron algunas puertas en sus estudios, especializándose en cirugía reparadora. Terminados sus estudios, de regreso en Grozny, le sorprende la guerra y la proclamación de independencia del general Doudaïev. Desde entonces las amenazas de muerte de un bando y del otro son cotidianas. Forja buenas amistades con otros médicos, tanto rusos como chechenos y con doctores venidos de otros países. Como más vidas salva, más amenazada se encuentra su vida, hasta el punto de verse obligado a pedir asilo político a los Estados Unidos en el año 2000, junto a su mujer e hijos. Ha sido galardonado por muchas de las asociaciones de derechos humanos , incluyendo Human Rights Watch, Médicos Sin Fronteras y Amnistía Internacional.
Datos sacados de la contraportada como es tradición y
sin más verborrea unos breves párrafos que os inciten a su
lectura...
Chechenia...
“Para
el mundo occidental el nombre de Chechenia es sinónimo de terrorismo
internacional. La opinión generalizada es que esta rebelde
jurisdicción de Rusia es tierra de gente sin ley y objetivo de los
radicales de Oriente Medio, que pretenden convertirla en una
república islámica. La toma del teatro Nord-Ost en Moscú, en
octubre del 2002, por activistas chechenos, no hizo más que
exacerbar esta imagen beligerante. La verdad tras los titulares es,
sin embargo, muy distinta. Los que realmente tienen la información
saben que la gran mayoría de los chechenos son gente trabajadora,
ansiosa de contar con una Constitución, leal a las antiguas
costumbres y contraria a los extremistas islámicos. Aunque los
periodistas han descrito la Chechenia en guerra, e incluso algunos
han llegado a disfrazarse para sortear los controles militares,
ningún observador extranjero ha sido capaz de ofrecer al mundo un
cuadro de lo que significa hoy ser checheno. Este cuadro emerge, por
fin, en estas valerosas memorias del doctor Khassan Baiev, un
cirujano checheno que curó a unos y a otros poniendo su vida en
peligro.”
Dada...
"En
1944, tras una breve estancia en casa después de ser dado de alta
del hospital militar, las autoridades soviéticas le deportaron a
Kazajstán. Treinta y cinco años después, unos cuantos Jóvenes
Pioneros -una especie de equivalente comunista de los Boy Scout- de
Murmansk descubrieron fotografías y notas que Dada y sus camaradas
de la guerra habían metido en una botella y enterrado en las
trincheras. Sólo entonces las autoridades militares locales
reconocieron que Dada era un veterano, le condecoraron y le
concedieron una pensión. Siempre que veía a Dada con sus
condecoraciones en las fiestas soviéticas, sentía orgullo mezclado
con amargura por la injusticia de las cosas. Todas esas medallas -la
Orden de la Victoria por su lucha contra los nazis, la Orden de la
Revolución de Octubre, la Orden de la Gloria, la Orden del Trabajo y
la Orden del estandarte Rojo- y, sin embargo, ¡todos los chechenos
habían sido indiscriminadamente acusados de colaborar con los nazis!
Las autoridades soviéticas enviaron a los chechenos a luchar en los
peores frentes porque eran valerosos pero, cuando los chechenos se
distinguían en el campo de batalla, Moscú se negaba a reconocer su
coraje.”
Un joven soviético...
“Ese
verano de 1980 volé a la ciudad de Krasnoiarks, en Siberia, con Musa
Salekhov, mi amigo de la escuela, para solicitar el ingreso en la
Facultad de Derecho. Musa era también judoka y miembro del equipo
nacional soviético. No era la primera vez que visitaba una ciudad
siberiana: en el noveno y el décimo curso había hecho un viaje en
tren de casi 4.000 kilómetros para competir en diversos certámenes
y habíaasistido al campamento de entrenamiento de judo en Burevestnik, situado a unos veinte kilómetros de la ciudad, junto al río Yeniséi. Mi antiguo entrenador del campamento, Alexei Alexeyevich Krivkov, estaba esperándonos cuando aterrizamos.
Me gustaba todo de Krasnoiarks: su historia, el modo en que la nieve crujía bajo nuestros pies en invierno y las noches de verano en las que el sol no se ponía hasta la una de la madrugada y podías pasear a lo largo del río Yeniséi. En el siglo XVII, Krasnoiarks era poco más que una fortaleza que protegía a los exploradores rusos y a los tramperos de las tribus locales. A comienzos del siglo XX se había convertido en un foco de agitación obrera. Hoy es una ciudad de un millón de habitantes con doce centros de enseñanza superior, más de un centenar de fábricas, muchos parques, y avenidas bordeadas por filas de alerces plateados.”
Invasión de tropas rusas...
"El
31 de diciembre una bomba alcanzó el hotel Kavkaz, cercano al
Palacio Presidencial y no lejos del hospital. Las tropas rusas habían
cruzado la frontera y se estaban agrupando en las afueras de Grozni.
En la ciudad los combatientes chechenos, bajo el mando del coronel
Aslán Masjádov, antiguo oficial soviético, esperaban repeler el
ataque. Sospechábamos que el hospital sería el siguiente blanco
pero nadie dijo nada sobre marcharse. Nuestro pequeño equipo,
formado por el personal médico que quedaba, se reunía en la sala de
médicos. Todos teníamos miedo pero no queríamos ponerlo de
manifiesto. Miré a mi amigo Movsar Idalov, un traumatólogo.
Aparentaba tranquilidad pero yo sabía que, como me ocurría a mí,
temblaba por dentro. Todos nos volvimos hacia el de más edad,
Khamzat Elmurzayev, un cirujano de cincuenta y cinco años. Sería él
quien tomara cualquier decisión. Khamzat dudó y luego nos dijo que
todo el mundo abandonaba Grozni y que también nosotros debíamos
marcharnos.”
Principios de abril de 1995...
“Fue
un baño de sangre. Los ataques rusos sobre los pueblos chechenos
solían comenzar del mismo modo: los militares rusos acusaban a los
pobladores de dar refugio a los
combatientes. Sin embargo, en la
mayoría de los caos -y Samashki no era una excepción- los ancianos
del pueblo negociaban antes con el comandante de campo checheno para
que sus tropas se fueran del lugar. En Samashki los rusos pidieron a
los ancianos que les entregaran unos sesenta y cuatro fusiles. Los
ancianos les explicaron que ellos no tenían tales armas. Esa fue la
excusa que los rusos necesitaban para iniciar una incursión de
castigo, movilizando sus carros de combate y disparando sobre todo
aquel que saliera al paso, incluyendo ancianos, mujeres y niños. Si
la gente hubiera tenido armas hubiera abierto fuego, pero no hubo
resistencia y los soldados alcanzaron rápidamente el centro de la
población.”
Moscú...
“En
el verano de 1998 volví a Moscú para pasar tres o cuatro meses
aprendiendo las últimas técnicas en injertos de piel. Las fechas me
venían bien porque Zara esperaba
nuestro tercer hijo para últimos
de noviembre, y yo quería estar de vuelta para el parto. Además,
suponía que el reencuentro con viejos amigos como Abek Bisultanov y
Musa Saponov me levantaría el ánimo. Ir en coche por Moscú, desde
el aeropuerto Vnukovo, fue un shock. Después de llevar tanto tiempo
viviendo en Chechenia estaba acostumbrado a lo gris. La prosperidad
de Moscú me desorientaba: las vallas publicitarias con anuncios de
cigarrillos Marlboro, las rimbombantes promesas de bancos y
aerolíneas, las chicas ligeras de ropa anunciando productos por
televisión, y señales luminosas por todas partes. Miraba por la
ventanilla del taxi y no podía creer lo que veía. En el carril
contiguo, una joven atractiva conducía mientras hablaba por un
teléfono móvil. Volvos, Jeep Cherokees y Mercedes pasaban como
rayos. Todo se había occidentalizado desde que Rusia se embarcó en
el capitalismo.”
Nuevos vientos de guerra...
“Después
del asalto de Basáyev a Daguestán las esperanzas de evitar la
guerra desaparecieron. Por entonces a la mayoría de la gente ya ni
siquiera le importaba la independencia. Lo único que queríamos era
continuar con nuestras vidas, pero la guerra se hizo inevitable
después de las bombas que explosionaron en Moscú y en otras
ciudades. El primer coche bomba hizo explosión en la plaza Manezh a
finales de agosto, provocando un muerto y varios heridos. A éstas
siguieron las explosiones de unos barracones de soldados en
Buinakask, donde hubo sesenta y dos rusos muertos, mujeres y niños
incluidos. Los terroristas chechenos fueron culpados por ambas
partes.”
Evacuando heridos...
“Los
rusos habían cerrado las salidas del pueblo, a excepción del
desvencijado puente peatonal sobre el Sunzha. Aún estaba oscuro
cuando cargamos los tres primeros
pacientes y condujimos hacia el río
para reunirnos con los jóvenes voluntarios de Kulari que iban a
llevárselos. Río abajo, a unos metros de la pasarela, un tractor y
un camión grande estaban atascados en medio de la corriente, por
donde habían intentado vadear el río. Pusimos a los heridos en
mantas y atamos un largo nudo en cada extremo, como si fueran grandes
asas. A esa hora de la mañana el puente estaba vacío. Después de
escuchar la llamada de alguien al otro lado los voluntarios cargaron
con los heridos. Entonces, en filas india, avanzaron paso a paso a
través de la pasarela, una operación difícil. El más leve viento
balanceaba el puente. Tiempo atrás los refugiados que huían del
pueblo habían perdido el equilibrio y se habían precipitado al agua
helada.”
Buscando asilo político...
“Pronto
llegó respuesta de Washington: sería bienvenido si conseguía
llegar. Les dije a Doug y Peter que tenía que atender a unos
pacientes, pero que a primeros de abril quedaría libre. Odiaba tener
que dejar otra vez a mi familia, pero ellos notaban mi agotamiento y
se daban cuenta de que necesitaba recuperarme. A mediados de marzo
viajé a escondidas a Moscú. Corría algún riesgo yendo allí, pero
contaba con la protección de las organizaciones de derechos humanos
y con el hecho de que en Rusia la mano izquierda solía desconocer lo
que hacía la derecha. Alguien, Karina probablemente, debió informar
a la prensa de mi llegada, ya que tres reporteros del canal
independiente de televisión NTV fueron a recibirnos. Hablé con
ellos a regañadientes, porque sabía que si hablaba con demasiada
franqueza pondría en alerta a las autoridades rusas. Aquella noche,
NTV anunció: `Hoy ha llegado a Moscú un famoso médico de Chechenia
de gran reputación entre los comandantes de campo chechenos´. Mala
cosa.”
Libro más que recomendable para conocer un escenario
geoestratégico y un drama humanitario por el testimonio de un
testigo de primera línea, acongojarnos de que las tácticas con
mercenarios para saquear poblaciones por parte de los mandos
militares rusos son un hecho y las maniobras en las cloacas con
víctimas rusas inocentes, orquestados por los servicios secretos a
la forma del KGB, una realidad que se esconde a la ciudadanía
rusa...
Ideal para amantes de la historia, de las hazañas
bélicas y al ser humano en general que surge en tiempos de guerra y
que se quedan a hacer lo que puedan por paliar el dolor mientras los
demás huimos a escondernos, testimonio de un médico que sólo ve
heridos sin importarle la bandera de su uniforme o el origen de su
nacimiento y perseguido, tal vez por su humanidad, por ambos bandos.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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